Cupcakes

El planeta de los dulces está viviendo una invasión de chicos pastelitos con decoraciones fantasiosas y colores chillones catalogados cupcakes. Extraños para el vulgo español hasta hace algunos años, hoy emergen como setas en tiendas y pastelerías, se muestran en los blogs más reposteros y conforme pasa el tiempo son más recurrentes en las celebraciones in. Al fin y al cabo, son “tendencia”, como diría algún relamido fashionista. Por eso conviene entender tres o 4 cosas sobre ellos, primero para no llevar a cabo el ridículo y llamarles “magdalenas” -el más grande insulto que le puedes decir a un cupcake-, y segundo, porque si están bien hechos son una fiesta para la visión y además para el buche.

¿Un ‘cupcake’ no es una magdalena decorada?

No precisamente. El cupcake frecuenta llevar una cobertura decorativa, en la mayoría de los casos cremosa, pero además es diferente la textura de la masa, más jugosa y esponjosa. Tendríamos la posibilidad de decir que la magdalena se aproxima más al criterio bizcocho, y el cupcake al pastel: la primera consigue su plenitud mojada en la leche o en el café, en tanto que con el segundo jamás harías eso porque sería fastidioso y además parecerías un palurdo.

En la mayoría de los casos los cupcakes son más dulces y tienen muchas más variedades de color y gusto que las magdalenas. “Un cupcake es una magdalena glamurosa, como con maquillaje (frosting) y bastante mas rica y bonita”, enseña Laura Pérez, de la tienda Happy Day de Madrid. “Es como una chiquita tarta individual”.

¿De dónde vienen?

De USA. Su traducción así es “pastel de taza”, en referencia a la medida de volumen usada en su elaboración. Aunque se dieron a conocer en el siglo XIX, el país ha vivido en los años anteriores una verdadera fiebre por estos pasteles de formato monodosis, desatada en parte importante tras su aparición estelar en ‘Sexo en Nueva York’. Carrie y sus amigas no sólo enseñaron a las americanas que los cupcakes eran cool y te curaban de cualquier clase de desencuentro con la vida, sino que les logró vivir la fantasía de que no engordaban. El boom de los cupcakes, con sus decoraciones alegres, adorables y algo naïf, además se relaciona con el gusto por lo “mono” que hizo estragos en la última cultura pop.

Vaya, otro proyecto americano. ¿Por qué se van a poner popular estas cosas en España?

“Creo que porque son verdaderamente lindos y deliciosos, y tienen su toquecito de encanto”, enseña Waldesca Zajak, una estadounidense que ha montado con otras dos socias su propia tienda de cupcakes en Alicante, Las Manolitas. Otros aducen otras razones: su formato individual, o que añadan fantasía y distracción al hecho de comer. “Ademas el gusto recuerda a cuando eras reducido, y el azúcar levanta el arrojo”, asegura Laura Pérez.

¿Y se venden sin importar la crisis?

Sí. En Nueva York, entre otras cosas, pertence a los pocos negocios a los que la caída de la actividad económica no afectó, según el ‘Wall Street Journal’. En España, todos los comerciantes consultados para escribir esta entrada hablan de ventas en incremento y de su creciente empleo como sustituto de las tartas en los cumpleaños. “La crisis no interfiere a los chicos antojos”, piensa Waldesca Zajak. “Si no poseemos dinero para inversiones enormes, a la multitud nos atrae tener por lo menos ratitos para sentirnos contentos, algo de tiernicidad, proceder a un sitio diferente o imaginar que estes en un espacio lejano”.

Pero van a tener alguna pega…

Los detractores de los cupcakes les culpan de ser muy dulzones y de contener mucha grasa y colorantes artificiales. Y es verdad que en sus ediciones más cutres son una clase de bomba calórico-química. “Como postre, no llevan más azúcar que algún otra tarta o bizcocho”, protege Marta Hidalgo, de Cupcake Madrid, tienda que además envía a domicilio estos pastelitos. “Nosotros pensamos que había que adaptarlos al gusto de aquí”, reconoce Manex Susaeta, de la cafetería-pastelería Cup&Cake en Barcelona. “Por eso los aligeramos en materia grasa y en azúcar un 25% en relación a las recetas americanas. En relación a los colorantes, hay naturales de altísima calidad”.

Seguro que son caros.

Es dependiente de lo que consideres caro. Sus costos acostumbran oscilar entre los 1,80 y los 2,50 euros.

¿Y con qué se hacen?

La masa elemental de los cupcakes es muy semejante a la de las magdalenas, y transporta harina, azúcar, levadura, huevos, mantequilla y leche en proporciones cambiantes según las recetas. Desde ahí, hay muchas variedades con otros ingredientes: chocolate, fruta, zanahoria, queso fresco, galleta, frutos secos, especias… Comunmente se intercalan los elementos secos por un lado y los líquidos por otro, se juntan y se hornean en moldes como los de las magdalenas. En relación a las coberturas, su mundo es infinito como el Universo: vale todo con tal de que sea colorido y apetitoso.

¿Qué distingue un ‘cupcake’ bueno de uno cutre?

Lo mismo que en algún otro producto: que los elementos sean de excelente calidad y que se haya dedicado tiempo y cariño a la elaboración. El buen cupcake debe ser jugoso y no ser reseco, y la cobertura debe ofrecer el toque cremoso justo. “El misterio está en saborearlos básicamente recién hechos”, agrega Marta Hidalgo. Además se apunta a la imaginación como un elemento importante: tanto el gusto como el aspecto del cupcake tienen que sorprender.

¿Cuáles son los que más se venden?

Generalmente, los más interesantes y fantasiosos más que nada entre el público infantil, aunque algunos mayores eligen proposiciones más habituales y con menos colorines. En relación a los tipos, los comerciantes hablan de enormes éxitos como los brownies, en Las Manolitas; los de galletas Oreo y los Errores Bunny (con zanahoria) en Cupcake Madrid; los de frambuesa, chocolate y cheesecake (pastel de queso), en Cup&Cake, y los Red Velvet (con chocolate, vainilla y colorante rojo), tanto en Cupcake Madrid como en Happy Day.